Su adhesión al régimen franquista en la cárcel de Melilla en 1939 le posibilita redimir su pena saliendo dos años antes. Termina trabajando en Barcelona junto a su hermana Enriqueta, madre de Lidia Falcon, en la censura franquista, recibiendo una pensión por viudedad en la posguerra a la que nunca accedería una republicana. Se va de España en los años 50 con sus hijas ya mayores de edad no por ser exiliada, ya que era adepta al régimen, sino para ganar más dinero.